miércoles, 29 de abril de 2015

Lo que se ve hoy en Ensenada no era muy diferente a lo que se observaba en 1893 tras la erupción del volcán Calbuco .


El intendente de la provincia de ese entonces ,José Luis Vergara Correa , decía, -según se lee en la página 371 del libro “Puerto Varas, 131 años de Historia, 1852-1983” de Bernardo Horn y Enrique Kinzel que:
“Este bosque antes había apreciado por su verdor tupido y lozano. Numerosas chacras y algunos potreros grandes habían sido trabajados y poblados con animales vacunos. Pero ¡ay! ¡ qué espectáculo tan desalentador presentaba ahora este bosque a nuestra vista! Desde el vapor todo el paisaje se presentaba de un color de plomo sucio , un poco amarillento o pardo. El suelo estaba cubierto de una alfombra espesa descolorida.
“Luego vimos algunas casitas también cubiertas por el mismo manto de ceniza uniforme. Cuando algunos de nuestros compañeros se fueron a desembarcar, cada uno de sus pasos levantaba una nube de polvo.
“Bajamos del vapor en la playa de don Gustavo Schminke. Desde aquí seguimos la marcha por tierra, pudiendo cerciorarnos antes de desembarcar que todo, suelo , árboles, palos y yerbas , está cubierto de una gruesa capa de arena y ceniza volcánica, que ha inutilizado por completo el campo cultivado de los colonos. El color plomizo desteñido de este sudario y el silencio que ahora reina allí dan a la montaña, tan alegre y lozana poco antes, un aspecto verdaderamente triste y aterrador. Gruesos ganchos de árboles inclinan su frente hacia la tierra, agobiados por el enorme peso de la arena que cubre su espeso follaje.
Cercos, casas, los ranchos de los inquilinos, todo estaba sepultado bajo el polvo volcánico. Cuando este polvo había sido levantado por el agua de unos pequeños ríos que desembocan al lago, se había convertido en suelo firme y hasta duro.
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