“……difícil
le sería a Chile intentar mantener su
neutralidad frente a las presiones de las potencias en pugna durante el gran
conflicto que se inicia en Europa en
1939.
Nuevamente cuando en 1941 Estados Unidos se
incorporó al conflicto, los demás países se vieron en la necesidad de fijar sus posiciones. En última instancia,
la entrada de Estados Unidos a la guerra se produjo luego del ataque japonés a
Pearl Harbor, hecho frente al cual el presidente interino de Chile expresó que
el gobierno con fecha 9 de diciembre, había dictado un decreto en el que
declaraba que no consideraba beligerantes, para los efectos de la aplicación de
las leyes y principios que rigen la neutralidad, al gobierno de Estados Unidos
y los gobiernos de las naciones americanas que se hubiesen declarado en estado
de guerra con motivo del conflicto entre los Estados Unidos y Japón.
Esta
actitud se apoyó en un principio fundamental de la política internacional de
Chile : el de solidaridad hacia todo país de nuestro continente que sea
agredido por una potencia extracontinental.
Pero
sin perjuicio del estatuto no
beligerante otorgado a los Estados Unidos, que hizo extensivo a otros
países americanos que habían declarado la guerra a una o más potencias del Eje,
el gobierno de nuestro país promovió la reunión de consulta de Río de Janeiro,
con el propósito de fijar una actitud solidaria de América frente al conflicto.
Esta
solidaridad quedó claramente manifestada en la reunión de consulta celebrada en
la ciudad capital de Brasil.
Pero al
gobierno de Estados Unidos no le bastó tal apoyo, aspirando a obtener un acuerdo
de rompimiento con las potencias del Eje, frente al cual países como Chile y
Argentina hicieron presente sus reservas, apoyándose en el criterio de que cada
Estado debería actuar de acuerdo con sus propios intereses y circunstancias.
Esta
posición de independencia sustentada por el gobierno chileno, regido por el
presidente interino Jerónimo Méndez y por su canciller Juan Bautista Rossetti,
encontró amplia acogida en la opinión pública.
También
fue luego inicialmente sustentada por el presidente Juan Antonio Ríos. Pero, de
una manera al comienzo respetuosa y diplomática, el gobierno de Estados Unidos
siguió presionando, actitud que llevó al Presidente Ríos a declinar una
invitación de Washington para visitar ese país.
En el
fondo, Ríos temió comprometerse y optó por no exponerse tan directamente a las
presiones del gobierno estadounidense.
No
obstante dentro del gabinete del
presidente Ríos había a lo menos cuatro ministros que pensaban que Chile
debía negociar su posición frente al
Eje, a cambio de beneficios económicos; esta actitud era compartida por
sectores de algunos partidos políticos.
Por
otra parte, una circular confidencial del Ministerio de Relaciones Exteriores,
del 9 de julio de 1942, muestra tanto la posición que al respecto sostuvo el
Partido Comunista como la sostenida por el gobierno.
“El
Senado-dice dicha circular- aprobó en sesión de hoy, con sólo dos votos en
contra, correspondientes a senadores comunistas, la política internacional del
gobierno. Representación comunista propuso ruptura con el Eje, la cual fue
rechazada con la misma votación. El texto de la declaración de gobierno
aprobada por el Senado es el siguiente:
El gobierno se mantiene fiel a sus
compromisos de solidaridad continental y conforme a esa política, acentuará su actitud de vigilancia
y represión de actitudes que se realicen dentro de su territorio y de sus aguas
jurisdiccionales, y que pueden perjudicar a un país americano. El advenimiento de hechos nuevos que afecten a nuestro país puede modificar nuestra
situación ……”.
Es
decir , la posición que hasta ese momento sostuvo el gobierno de Chile era de
apoyo a los países americanos y, a la
vez, de independencia frente a las potencias en pugna; decisión que sólo se
podría modificar de acuerdo a los mecanismos constitucionales de la república,
en el caso que los intereses de ella así lo aconsejaran.
Por su
parte, el gobierno de los Estados
Unidos, informado de que en nuestro país había quienes deseaban aprovechar la
oportunidad para negociar, expuso que éste no era un asunto susceptible de
negociación y que era de interés, tanto para Chile como para los demás países
con los cuales éste mantenía relaciones
diplomáticas. Además, dice que espera que cuando Chile comprenda su
responsabilidad ante la solidaridad del Hemisferio Occidental, romperá
relaciones con el Eje.
Esta
declaración causó gran molestia en el gobierno por considerarla una seria
intromisión en asuntos internos del país.
Pero las
presiones del gobierno estadounidense continuarán a través de distintos medios, algunos de ellos francamente lesivos para la dignidad nacional.
Por su
parte, el presidente Ríos continuó ateniéndose a los criterios ya expresados. La independencia de Chile frente a toda
presión, lo que no significaba desentendimiento respecto de los intereses hemisféricos: actitud ésta
que, en general, la opinión pública chilena apoyó sin reservas.
No
obstante, algunos meses después, hubo indicios que permitían apreciar un cambio
de actitud del gobierno chileno frente a los países del Eje. En el mes de
diciembre de 1942, el enviado chileno ante el gobierno de Estados Unidos, Raúl
Morales Beltramí, transmitió la intención de llegar a un rompimiento con las
potencias del Eje, pero junto con declarar dicha intención, el representante de
nuestro gobierno hacía hincapié en las
grandes necesidades chilenas para la defensa del territorio, en especial de las
regiones de Tocopilla, Coronel y Valparaíso.
Es
decir, el gobierno chileno se encontraba en disposición de negociar el
rompimiento sobre el cual el gobierno estadounidense insistiera durante largo
tiempo. Logrado ya un acuerdo al respecto, el
20 de enero de 1943, el gobierno de Chile decretó:
“
Decláranse suspendidas a contar de esta fecha las relaciones diplomáticas y
consulares del gobierno de la
República con los gobiernos de Alemania,
Italia y Japón.
“El
Ministerio de Relaciones Exteriores tomará las medidas y disposiciones
consiguientes a la indicada ruptura de relaciones .
“El
Ministerio del Interior , de acuerdo con el Ministerio de Relaciones
Exteriores, dictará las providencias que requiera el debido resguardo de las
personas y propiedades de los agentes diplomáticos y cónsules de los
mencionados países extranjeros y de sus
connacionales que no contraríen los
propósitos que se han tenido en cuenta
al resolver la suspensión de las
relaciones diplomáticas con los mismos países.
”Tómese razón, comuníquese, publíquese e
insértese en el Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno.
Juan
Antonio Ríos
Joaquín Fernández
En esa
misma fecha, el presidente Ríos
explicaba al país las razones que respaldaban la acción llevada
adelante.
Refiriéndose
a las recomendaciones estipuladas en la tercera reunión de consulta de Río de
Janeiro, Ríos justificó la medida diciendo que ”aunque esta declaración se
limita a hacer una recomendación de ruptura y, de consiguiente, no envuelve una
obligación jurídica para las naciones concurrentes a su aprobación, estimo, no
obstante, que una recomendación de esta naturaleza, analizada a la luz de los
acuerdos tomados en conferencias anteriores y de los puntos 1º y 2º de su
propio texto, envuelve una obligación de gran valor moral para Chile, dado que
en ella se reafirma el principio de solidaridad continental y el reconocimiento
de que todo acto de agresión contra uno de los países del Nuevo Mundo
constituye una amenaza inmediata a la libertad e independencia de América”.
Resulta curioso destacar que en un primer momento la posición del gobierno
chileno precisaba que sólo cuando nuevos hechos afectaran a los intereses de
Chile, podrían llevarlo a una ruptura
con el Eje, para más adelante sostener que la decisión la justifica por una
obligación moral.
Para
entender este cambio de
postura, debemos considerar, por una parte, las constantes presiones
estadounidenses ya comentadas. Pero también contribuye a explicar este cambio de
posición la creciente
comprensión de que las fuerzas totalitarias, representadas por los movimientos
fascista y nacionalsocialista, herían los sentimientos humanitarios y
democráticos del mundo occidental, hechos sobre los cuales insistía
constantemente la persistente propaganda desarrollada con ese fin por los
gobiernos aliados.
Por
último, interesa recordar aquí un punto ya explicado en la crónica general del
período, a saber que el gobierno chileno se vio forzado y pactó con graves
consecuencias para los intereses económicos del país.
Fuente:
Izquierdo, Gonzalo: “Historia de Chile”, TOMO III, Editorial Andrés Bello,
Santiago de Chile 1990,pp 198-200
No hay comentarios:
Publicar un comentario