Ha
comenzado la segunda guerra mundial .
Confiado
en que las democracias occidentales no reaccionarían, el 1 de septiembre de
1939, a las 4.45 horas, Hitler hace avanzar a los ejércitos alemanes sobre una
Polonia indefensa.
Prosigue
así el proceso de expansión del Tercer Reich, que ya ha incorporado a su
territorio a Austria, el Sarre y parte de Checoslovaquia.
Pero
Hitler se ha equivocado: Francia e Inglaterra reaccionan y comprendiendo que
nada sino la guerra detendrá al líder nazi le declaran la guerra, conflicto que
enlutará al mundo durante 6 años y costará 36 millones de muertos.
LA HORA DE
LAS ESPADAS .
Desde que asumió el poder, Hitler trató de devolver a los alemanes su
orgullo patrio, profundamente herido por la derrota en la Primera Guerra
Mundial .
“En
adelante, el arado cede su sitio a la espada. Nuestras fronteras, trazadas por
una evolución que ya no aceptamos, no podrán detener la eterna marcha de los
germanos hacia el sur y el oeste de Europa”.
Con
gravedad, jóvenes generales y oficiales alemanes escucharon estas palabras,
largamente esperadas desde 1918.
El
hombre que las pronunciaba, Adolfo Hitler, era ahora el jefe del III Reich (El
I Reich había sido el Imperio Germánico medieval y el II, El Imperio Alemán
fundado en 1871 y desaparecido en 1918).
Hitler
acababa de acceder a la Cancillería, a petición del Presidente Paul von
Hindenburg. Y este discurso pareció prometer una nueva era a la joven
generación nazi. Era enero de 1933.
EL CANCILLER HITLER
.
Pronto,
las circunstancias políticas permitieron al novel Canciller manifestarse por
primera vez.
En
efecto, hacía aproximadamente un año que el mundo occidental luchaba con un
problema derivado del tratado de Versalles, que puso término a la Primera
Guerra Mundial: el desarme general.
Se
habían estudiado diferentes proyectos, y todos habían sido rechazados. Sólo uno
parecía digno de tenerse en cuenta, el conocido Plan Mac Donald: reducir a 200
mil hombres los ejércitos europeos. Pero Alemania rehusó incluir en ellos a sus
milicias partidarias.
En la
segunda quincena de octubre de 1933 hubo una corriente de sorpresa en el mundo
occidental. Hitler anunció bruscamente que Alemania se retiraba de la
conferencia de desarme y, al mismo tiempo, de la Sociedad de Naciones. A partir
de ese momento, el nuevo Canciller tenía intenciones de crear un ejército
alemán poderoso e independiente.
Inmediatamente la industria pesada, la industria de guerra se puso a trabajar.
En
primer lugar, Hitler se entregó a una reorganización completa de Alemania. A
fin de sentirse más seguro, firmó un pacto de no agresión con Polonia , el 26
de enero de 1934. La Cancillería polaca apoyó así durante años la política del
III Reich, sin entrever a qué precio iba a pagarlo unos años más tarde.
“Es
preciso extender nuestras fronteras”, había dicho el Führer(jefe), y también lo
había escrito en su libro Mein Kampf (Mi lucha): “Es preciso unir Austria y Alemania”.
El 25
de julio de 1934, el Canciller austriaco Engelbert Dollfuss, socialcristiano,
fue asesinado por los nazis austriacos. Hitler no fue totalmente ajeno a este
atentado, según se murmuró en todas las Cancillerías europeas. Y esos rumores
tenían su razón de ser. Muerto Dollfuss, era posible apoderarse del poder y proclamar
la unión de Austria con Alemania.
Pero Benito Mussolini, el “jefe” italiano, se
interpuso. Era amigo personal de Dollfuss, y, sobre todo, Italia no tenía
muchos deseos de tener a los alemanes al otro lado de sus fronteras. Así el
plan de Hitler fracasó…….. al menos momentáneamente.
En
Francia existía un poco de inquietud por esta agitación al otro lado del Rin.
El Ministro de Asuntos Exteriores, Louis Barthou, intentó una maniobra para
conjurar el peligro: se volvió hacia los comunistas.
Con su
apoyo, la Unión Soviética entró en la Sociedad de Naciones y se negoció una
alianza franco-soviética. Este tratado fue firmado el 2 de mayo de 1935 por el
Canciller francés Pierre Laval, pues entretanto Barthou había sido asesinado en
el puerto de Marsella, junto con el rey Alejandro de Yugoslavia.
Sin
importarle estas tentativas de acercamiento franco-soviéticos. Hitler continuó
su obra. El 13 de enero de 1935 el
territorio del Sarre , separado de Alemania por el tratado de Versalles,
reafirmó , con el 90% de los votos su adhesión al Tercer Reich . Poco después,
el 16 de marzo, el Führer restableció el Servicio Militar en Alemania.
El
ejército comprendería en adelante 36 divisiones en tiempos de paz, y la
Luftwaffe, la famosa Fuerza Aérea nazi, estaba en vías de creación.
Esta violación al tratado de Versalles
inquietó mucho a París, Londres y Roma. El 11 de abril de 1935, en Stressa, a
orillas del Lago Mayor, fronterizo entre Suiza e Italia, los tres decidieron
formar un bloque para impedir la ascensión del nazismo.
Pero el
18 de junio de 1935, Inglaterra, olvidando un poco los acuerdos de Stressa,
autorizó la construcción de una marina
de guerra alemana igual al 35% de su propio tonelaje. Era favorecer, una vez
más, el progreso del equipamiento del III Reich.
Hitler
dio otro paso adelante: desde el tratado de Locarno (Suiza) en 1925, la región
alemana de Renania estaba declarada desmilitarizada. Este estatuto constituía
una salvaguardia de la frontera belga-franco-alemana.
Ahora
bien , el 7 de marzo de 1936, alentado por la complacencia británica, Hitler
hizo entrar sus tropas en Renania. ¿El pretexto? La firma del pacto franco soviético,
que representaba, a sus ojos, una “violación” del pacto de Locarno.
Era el
primer golpe de fuerza intentado por Hitler, una prefiguración de lo que iba a
seguir. Casi todos los elementos estaban dispuestos:
Alemania que escoge una progresión brutal y audaz
Francia, que cierra los ojos ( en el
momento de la invasión a Renania, el gobierno francés estaba a dos meses de
elecciones), y
Gran Bretaña, que, con unos pactos quizá mal
concertados con sus aliados, favorece el avance del Tercer Reich
Así
estaban las cosas cuando estallan, casi simultáneamente, tres focos de
incendio: en Europa, África y Extremo Oriente, protagonizados, respectivamente,
por Alemania, Italia y Japón, los países
que más tarde formarían el Eje Berlín-Roma-Tokio.
TENSA ESPERA .
Las
pequeñas guerras en que se vieron envueltos Alemania, Italia y Japón antes de
1939 sirvieron para entrenar a las
fuerzas armadas de esas naciones.
Antes
de entrar en 1940 en el conflicto, los
ejércitos italianos se foguearon en África. El 3 de Octubre de 1935 invadieron Etiopía, en la
África Oriental. Empleando y probando las armas modernas, conquistaron sin
dificultad esa indefensa nación y tomaron la capital Addis Abeba, el 5 de mayo de 1936.
Los etíopes continuaron desordenadamente la resistencia en las montañas,
sin significarles mucho peligro a las fuerzas armadas italianas.
Más
tarde, apenas terminado el conflicto en África, tanto fuerzas del ejército como
aviación italianas intervinieron abiertamente en favor de las fuerzas
nacionalistas en la guerra civil de España, iniciada en julio de 1936,
sufriendo pérdidas de consideración ante las milicias republicanas en la zona
de Guadalajara.
PREPARACIÓN
DE JAPÓN .
Independiente
y aislado en el extremo oriente, Japón no sólo inició a mediados de 1937 la
preparación de las ofensivas que más
tarde desataría en toda el Asia sudoriental, sino la primera de sus futuras
grandes conquistas.
En los dos años que mediaron entre el comienzo
de su incursión contra China y el inicio
de la guerra en Europa, conquistó toda la China nororiental y centro oriental.
En el
primer año de hostilidades, iniciado el 7 de julio de 1937, dominó los accesos
del río Hoang Ho y el curso inferior del río Yang Tsé, con la toma de las
ciudades de Shanghái en agosto y de
Nanking en diciembre .
En el
segundo año de guerra, tomó el curso
medio del Yang Tsé, alcanzando hasta el lago Tung Ting y ocupó la ciudad de
Hankow en noviembre . Más al norte se estableció sólidamente en el Hoang Ho y
en las vías de comunicación.
En
septiembre de 1939 ya había desembarcado en algunos puertos del sur de China,
estableciendo bases para conquistar la China sudoriental y tomar a la lejana
Chung King. A pesar de haberse desangrado un poco en China, el ejército y la
aviación japonesas habían logrado disminuir la distancia que los separaba, en
preparación y organización militar de las potencias occidentales.
La
experiencia había sido costosa, pero era
el precio que tenía que pagar por sus futuras y fulminantes victorias contra los
angloamericanos en el sudoccidente del continente asiático.
PREPARACIÓN
DE ALEMANIA .
De hecho, los dos grandes beneficiarios de la
cuestión etíope y en parte de la guerra española fueron Roma y Berlín. Para
ellos, la alianza se perfilaba y el acercamiento se vio aún favorecido por el
advenimiento al gobierno italiano de Galeazzo Ciano, nuevo Ministro de Asuntos
Extranjeros casado con una hija de Mussolini. Ciano era muy favorable al III Reich.
En 1937
Hitler había alcanzado la primera parte de su programa, es
decir, la supresión de las cláusulas del tratado de Versalles y la organización de Alemania .
En el plano estrictamente militar, el avance
ya era muy notable con relación a los países vecinos. Por Ejemplo: la industria
alemana podía entregar 4.320 aviones modernos a la Luftwaffe en el curso de ese
año, mientras que en Francia se construían a duras penas 450.
El 5 de
noviembre de 1937, el Führer reunió a su estado mayor para examinar la
situación, había llegado el momento de ir más lejos.
La segunda
parte del programa era la conquista del espacio vital, el “Lebensraum”(en
castellano, espacio vital ). Primer objetivo: Austria y Checoslovaquia.
CAEN
AUSTRIA Y CHECOSLOVAQUIA .
Intentando preservar la paz a todo precio,
Francia e Inglaterra permitieron que Hitler se apoderara de Austria y
Checoslovaquia.
El único obstáculo que Hitler veía en su
camino hacia la anexión de Austria y Checoslovaquia era Italia. Pero felizmente
para él, Mussolini estaba demasiado ocupado con España y Etiopía como para
preocuparse por los problemas de Europa Central.
El Canciller austriaco Kurt von Schuschnigg
fue invitado a la residencia del Führer en Berchtesgaden , y tratado ahí sin
ninguna consideración, obligándosele a integrar elementos nazis en su gobierno.
Inquieto por esta actitud, trató de realizar
un plebiscito, pues veía como indispensable reafirmar la independencia de su
país.
Pero era demasiado tarde. El 11 de marzo de
1938, Schuschnigg recibió un ultimátum alemán: “No hay plebiscito”. Unos días
más tarde Hitler exigió su dimisión pura y simple.
El 12
de marzo de 1938 las tropas
alemanas entraron en Austria . Schuschnigg
renunció y fue hecho prisionero hasta 1945; en 1947 se trasladó a Estados
Unidos.
Consultado el pueblo austriaco, se pronunció por
la anexión a Alemania , la “Anschluss” , por el 97% de los votos.
CAÍDA DE
CHECOSLOVAQUIA
.
Hitler
se volvió entonces a Checoslovaquia. También aquí el pretexto invocado fue la
presencia en ese país de numerosos alemanes de origen, 3.200.000 sudetes de
lengua alemana. Konrad Henlein, su líder, recibía todas sus órdenes de Berlín .
¿Qué
pedía?. La autonomía de los sudetes. Por supuesto, el Presidente checoslovaco,
Eduard Benes, rehusó considerar esta posibilidad. De todos modos pidió consejo a sus aliados.
El resultado de esta consulta fue poco alentador. Edouard Dalanier, presidente
del Consejo francés, prometió su ayuda en caso de conflicto, esperando
secretamente que no lo hubiese.
La URSS
aceptó igualmente socorrer a Benes si
era preciso, pero a condición de que Francia entrara antes en la lucha. En
cuanto a Inglaterra, insistió en practicar una política de apaciguamiento.
En abril, Arthur Neville Chamberlain hizo
saber que incluso su gobierno no iría a la guerra por Checoslovaquia. El
Premier británico parecía convencido de que las
pretensiones alemanas no carecían totalmente de fundamento.
El 12
de septiembre de 1938, en Nüremberg, Hitler cambió de tono. Ya no se trataba de
la autonomía interna de los sudetes, sino de la anexión del territorio a
Alemania.
Inquieto,
Chamberlain tomó el avión para Berchtesgaden el 15 de septiembre. Para Hitler
fue una excelente ocasión de renovar sus reivindicaciones. Perplejo, el Premier
Británico se reunió con Daladier y de común acuerdo acordaron ceder .
Checoslovaquia
recibió un verdadero ultimátum franco-británico, conminándolo a aceptar
la desmembración.
Conseguido
este punto, Chamberlain volvió, lleno de esperanza, a ver a Hitler.
Una
nueva y amarga sorpresa le esperaba: El Führer le pidió la evacuación pura y
simple de los checos. Estos deberían dejar en el lugar todo lo que poseían, no
llevarse nada. Incluso se fijó una fecha para su “partida” en masa: el 1 de octubre.
ENCUENTRO
EN MUNICH .
En el
momento en que más se temía una guerra, Europa se vio beneficiada con una nueva
tregua, un nuevo plazo: la conferencia de Munich. Mussolini fue quien tomó la
iniciativa de reunir a los cuatro occidentales, -Francia, Inglaterra, Italia y
Alemania- del 29 al 30 de septiembre de 1938. La ex Unión Soviética no fue invitada.
Para
los aliados esta reunión fue catastrófica. Por temor a provocar un conflicto,
Londres y París cedieron en todos los planos y Checoslovaquia fue abandonada a
Hitler. En adelante, este último no perdió su tiempo.
El 14
de marzo de 1939, Hitler convocó al Dr.
Hacha, nuevo Presidente checoslovaco a Berlín.
Después
de una escena de violencia inaudita, le obligó a dejar entrar las tropas
alemanas en Praga. Hacha cedió, y el 15 de marzo de 1939, la Wehrmacht invadió
Bohemia. Hungría y Polonia participaron en el reparto de la misma: cada uno
recibió un trozo de territorio.
El 7 de
abril, Italia ocupó Albania.
PACTO NAZI
COMUNISTA .
Para
los aliados, la única consecuencia de este asunto fue comprender que, en
adelante, ya nada detendría a Hitler. Que la política de apaciguamiento estaba
totalmente desfasada. Que era preciso resistir al III Reich de todas las
maneras posibles. Por otra parte, comenzaron a precisarse los peligros. Hitler
miraba esta vez a Polonia.
Por
este lado tenía dos reivindicaciones que satisfacer: la posesión de Danzig y
las comunicaciones a través del corredor polaco.
Durante
siglos el puerto de Danzig, ubicado en el Mar Báltico, había estado
sucesivamente en manos alemanas o polacas. En 1919, por el tratado de
Versalles, fue separado de Alemania y, contra la protesta de la población,
mayoritariamente germana, convertido en Ciudad Libre bajo soberanía polaca.
El corredor
polaco, por su parte, era una franja de territorio que el tratado de Versalles
asignó a los polacos para permitirles acceso al mar Báltico. Pasaba por
territorio alemán y separaba la Prusia Oriental del resto de Alemania.
Desde
fines de la Primera Guerra Mundial, tanto Danzig como el corredor constituían
espinas clavadas en el corazón germano.
A
partir del mes de abril de 1939, Hitler
preparó un plan de invasión cuya ejecución estaba prevista para el 1 de
septiembre siguiente .
Obligados
con Polonia, Francia y Gran Bretaña hicieron comprender al Führer que esta vez se opondrían a toda
nueva conquista alemana. Hitler no se preocupó. Acababa de firmar el 22 de mayo
un “pacto de acero” con Italia, verdadera alianza ofensiva de los países del
Eje .
De todos
modos le pareció necesario neutralizar a las potencias occidentales antes de
intentar el gran golpe. Corría el riesgo
de que Italia no fuese un aliado suficientemente eficaz.
España
estaba demasiado ocupada en curar sus heridas ¿Qué pasaría si Londres y París
se decidieran defender a Polonia con las armas?.
Era
preciso entonces concluir a toda costa una alianza que tuviera peso, una
alianza capaz de dar miedo a los occidentales y reducirlos al silencio. En una
palabra, era preciso tratar con Moscú.
El
Ministro de Asuntos Exteriores nazi se puso inmediatamente a trabajar. Dos
hechos actuaron a su favor: Primeramente,
José Stalin estaba profundamente
ofendido por no haber sido invitado a Munich. De ello le había quedado una
desconfianza instintiva con respecto a las potencias occidentales . Además, el
jefe del Kremlin no ignoraba que Polonia estaba en las miras del III Reich.
Repartirse Polonia, incluso con una Alemania nazi, era algo que merecía
pensarse.
La delegación franco-británica, que también buscaba
hallar un punto de entendimiento con Moscú, se encontró totalmente desbordada,
sobrepasada.
Y el 23
de agosto el mundo, estupefacto, se enteró de que dos potencias tan ferozmente
antagonistas como la Alemania Nazi y la ex URSS comunista, dos potencias cuyas
ideologías respectivas se habían enfrentado ya en tantos terrenos, acababan de
firmar un pacto de no agresión.
GUERRA
RELÁMPAGO .
Al
amanecer del 1 de septiembre de 1939 las tropas alemanas se desplegaron sobre
Polonia ,flanqueando en masa la frontera polaca y convergiendo hacia su
capital, Varsovia, desde el norte, el sur y el oeste. Desde entonces, la paz no
fue sino una palabra a la que se agarraban algunos diplomáticos utópicos.
Después de seis años de alianza- el pacto de no agresión Berlín-Varsovia,
databa de 1934-, Alemania y Polonia se habían hecho enemigas.
Según
Hitler, la manzana de la discordia entre ambos países era Danzig y su famoso
corredor. Pero, en realidad, lo que el Führer perseguía era la conquista de
Europa.
Apenas
un mes después de la Conferencia de Munich, el 24 de octubre de 1938, el
Ministro de Asuntos Extranjeros, Joaquim von Ribbentrop, se topó con el
embajador de Polonia, Joseph Lipski en el curso de un almuerzo en la residencia
campestre de Hitler. Allí le declaró sin rodeos que Danzig debía “volver” a Alemania.
“El Reich-le expresó- desea construir a través de territorio polaco una
soberbia autopista y una doble vía de ferrocarriles que enlazarán a Alemania
con Danzig y Prusia Oriental. Esta soberbia
autopista y doble vía deben beneficiarse, entiéndase bien, del derecho de extraterritorialidad”.
La
respuesta polaca fue negativa, y en las siguientes semanas el “no” opuesto por
el gobierno de Varsovia a las gestiones alemanas se hizo más categórico.
Entonces
Hitler decidió la suerte de Polonia.
“He
resuelto-comunicó a sus generales-volverme hacia el oeste, y sólo después al
este. No obstante, veo con claridad que Polonia, (al este de Alemania) nos
atacaría cuando estuviéramos enredados por el oeste, y tendríamos que sostener
una guerra con ella en un momento inoportuno. No es posible perdonar a Polonia,
y por eso nos vemos obligados a tomar la siguiente decisión: atacarla en la
primera oportunidad. Del pretexto no se preocupen; yo lo daré en el momento
oportuno”.
Según
afirmó luego la gente presente en la reunión, levantando la vista y fijándola
en los miembros de su Estado Mayor,
Hitler agregó en esa oportunidad:
“ No
esperen una repetición pura y simple del caso checo. Esta vez , señores, habrá
guerra”.
OFENSIVA
DIPLOMÁTICA .
La
guerra contra Polonia se inició con una
ofensiva diplomática emprendida en marzo de 1939. Ese mes, Hitler exigió la
entrega de Danzig y un corredor alemán a través del corredor polaco, a fin de
unir Alemania y Prusia Oriental mediante una autopista y una vía férrea,
demandando para ambas los derechos de extraterritorialidad. Es decir, hizo
públicas las expresiones que meses antes formulara en privado su Ministro de Asuntos Extranjeros.
Los
polacos se negaron a aceptar esas exigencias y la prensa nazi, de manera
orquestada y siguiendo instrucciones precisas de Paul Joseph Goebbels, Ministro
de Propaganda nacionalsocialista del Reich, inició una violenta campaña contra
Polonia.
Los
acontecimientos culminaron el 31 de agosto de 1939, cuando el Reich envió un
ultimátum sobre el problema de Danzig y el corredor.
Mientras
el embajador polaco en Berlín Joseph Lipski, procuraba en vano establecer
negociaciones, sin que los jerarcas del gobierno nazi ni siquiera se dignaran
recibirlo, se producía el pretexto profetizado por Hitler a sus generales para
abrir y justificar las hostilidades .
En la noche del 31 de agosto, delincuentes
comunes alemanes fueron sacados de sus prisiones y vestidos con uniformes
polacos. Ellos y no otros atacaron la ciudad fronteriza alemana de Gleiwitz,
destruyendo una estación de radio y un puente, con lo que proporcionaron el
pretexto propagandístico para la invasión proyectada cuidadosamente en el
llamado “Plan Blanco”.
Horas
después de esta farsa, al amanecer del 1 de septiembre de 1939, los ejércitos
alemanes iniciaron su ataque a Polonia. La Segunda Guerra Mundial había
comenzado. Eran exactamente las 4 horas y 45 minutos.
TANQUES Y
CABALLOS .
En su
ataque a Polonia, Hitler se planteó como objetivo destruir el ejército enemigo
lo más rápidamente posible. Para ello intentó triturar esa nación en una
especie de tenaza cuyas mandíbulas , partiendo de Moravia (en Checoslovaquia) y
de Prusia Oriental, debían cerrarse primeramente sobre la capital de Varsovia,
y seguidamente sobre la ciudad de Brest-Litovsk.
Alemania
no escatimó en cuanto a medios utilizados: 1.200.00 soldados entrenados y
equipados, se hallaban ya agrupados
desde el 20 de agosto en la frontera polaca, en la región de Poznan. . Estaban
repartidos en 74 divisiones, 5 de ellas blindadas, puestas bajo el mando
supremo del general von Brauchitsch. Una fuerza aérea de 2.050 unidades había sido puesta a
disposición de Hermann Göring.
Gran
parte de esta masa se arrojó en el cielo polaco hacia su objetivo:
depósitos de municiones, puentes, vías férreas y columnas de tropas polacas.
Göring
utilizó la táctica de las oleadas sucesivas. En medio de un zumbido infernal,
los Stukas atacaban en picada a las columnas polacas que avanzaban penosamente.
Las ametralladoras escupían fuego, los civiles huían. En algunas horas,
Polonia, aterrorizada, desorganizada, experimentó a su costa los nuevos métodos de guerra inaugurados por el
Reich.
LA NOTICIA
EN ALEMANIA .
Durante
este tiempo, Alemania se enteró que desde hacía algunas horas estaba en guerra. Sólo
faltaba persuadir a los berlineses de que este conflicto era necesario. Hitler
se empeñó a fondo en ello. “Esta noche,
por primera vez y en nuestro territorio-anunció-, Polonia ha hecho abrir
el fuego por sus soldados regulares. Desde las 5.45 de la mañana nosotros tiramos por nuestra
parte. A partir de ahora, a una bomba responderá otra bomba”.
La declaración hecha en un tono marcial,
constituyó el primer boletín militar de la campaña de Polonia.
La
noticia encontró a los berlineses somnolientos y apáticos. Después los
comunicados se sucedieron en la radio, las ediciones especiales expusieron sus
titulares en los periódicos. Y los cañones antiaéreos se alzaron en las cuatro
esquinas de la ciudad, mientras que en el cielo pasaban sin descanso los
aviones que se dirigían a Polonia.
DE TRIUNFO
EN TRIUNFO .
Para
Alemania, la campaña de Polonia constituyó una serie continuada de triunfos.
Aunque
el numeroso ejército polaco-de un millón de hombres- luchó con bravura, sus
armas, su preparación y mandos no admitía comparación con los germanos, siendo
destruidos en menos de cuatro semanas de combate.
Polonia
debió enfrentarse a un nuevo tipo de guerra, para la que no estaba de modo
alguno preparada : la Blitzkrieg” (guerra relámpago), que se
caracterizaría por ataques sorpresivos
de miles de tanques y otros vehículos blindados, de tropas motorizadas y
bombardeos en serie de la aviación, en una guerra mecanizada al máximo, como
nunca antes había conocido el mundo.
A la
formidable maquinaria bélica germana, los polacos opusieron un ejército
dividido en seis grandes masas de desigual composición, con material en general antiguo y que incluso comprendía
12 brigadas de caballería, gloriosa y romántica en el pasado, pero obsoleta e
impotente ante la lucha mecanizada del siglo XX.
La
aviación polaca fue aniquilada antes de que hubieran transcurrido 48 horas del
inicio de las hostilidades. Sus 500 anticuados aparatos fueron destruidos en
tierra, antes que despegaran, sus instalaciones incendiadas y sus tripulaciones
muertas o heridas por el bombardeo sorpresivo de la Luftwaffe. Mientras tanto,
el ejército germano irrumpía en Polonia por el norte y por el sur.
UN MUNDO
DESCONCERTADO .
El 31
de agosto de 1939, en las capitales europeas todavía se esperaba que la paz
pudiera ser mantenida. Mussolini acababa de proponer la reunión de una
conferencia internacional en Roma, con una sola condición: que Polonia
reconociera la unión de Danzig a Alemania.
Después
de muchas dilaciones muchas consultas,
Daladier, en Francia, reunió a su gabinete. Georges Bonnet, ministro de Asuntos
Extranjeros obligó a todo el mundo a aceptar esta proposición: “O la
conferencia o la guerra”, dijo.
Al día
siguiente la proclamación de Hitler puso
de acuerdo a todo el mundo: era la guerra.
El
Führer siempre había esperado que Gran Bretaña y Francia abandonaran a Polonia
a su suerte. En efecto, él apenas estaba dispuesto a afrontar una guerra
mundial que le cogería en tenaza en todos los frentes.
El 1 de
septiembre por la tarde, Gran Bretaña tomó contacto con el gobierno alemán en
Berlín. El portavoz británico rogó a Ribbentrop que recibiera a su embajador en
cuanto fuese posible “para un asunto urgente”. Algunos minutos más tarde el
embajador de Francia efectuó una gestión parecida .
El
lenguaje empleado por los dos diplomáticos fue prácticamente el mismo: a menos
que el gobierno alemán estuviera
dispuesto a dar seguridades satisfactorias de que suspendería toda
acción progresiva contra Polonia y haría volver con prontitud sus fuerzas del
territorio polaco, los gobiernos aliados cumplirían sin vacilaciones sus
obligaciones para con ese país.
Al día
siguiente, 2 de septiembre, las emisoras
de radio de Gran Bretaña y de Francia
anunciaron la movilización general. El 3 , a las 9 de la mañana, el
embajador británico remitió al ministro Plenipotenciario alemán un ultimátum:
Gran Bretaña entraría en guerra contra Alemania si esta última no había
retirado sus tropas de Polonia antes de las 11. Algunos minutos más tarde un
ultimátum análogo fue remitido por el embajador francés. Hitler, no obstante su
inquietud, no respondió. Esa noche fue declarada la guerra entre los gobiernos
aliados y el III Reich.
LA MUERTE
DE UN ESTADO .
Dos enemigos irreconciliables se habían unido
para repartirse los despojos de Polonia: la Alemania nazi y la ex Unión
Soviética comunista.
Desde
el ataque del 1 de septiembre, Alemania no dejó de progresar a través de una
Polonia aniquilada.
Después
de haber atacado el río Vistula el principal del país, al norte de Bromberg, el ejército nazi se dirigió
hacia el sur sobre la meseta polaca y el alto valle del Vístula. En una semana,
las divisiones alemanas autotransportadas llegaron a las puertas de Varsovia,
el 9 de septiembre.
Desde
hacía varios días el Führer trataba de empujar a su aliado Stalin a intervenir
a lanzar el ejército rojo al este de Polonia, pues veía como necesario acabar
con la resistencia polaca que comenzaba a costar cara a Alemania.
Stalin
vacilaba y buscaba pretextos para postergar su intervención. Pero en el momento
en que el ejército alemán se aproximaba
a Varsovia, se dio cuenta de que era necesario avanzar para defender sus
intereses. En consecuencia el 17 de
septiembre al amanecer, el ejército rojo pasó la frontera y se dirigió
hacia la capital polaca, amparado por un pretexto falaz: era necesario proteger a los ucranianos y
rusos blancos de la avidez de una tercera potencia que podría sacar provecho de
la aniquilación de Polonia.
Como
primera ciudad europea bombardeada por alemanes desde que lo fuera Madrid,
Varsovia sufrió diez ataques diarios. Pero resistiría heroicamente antes de caer,
el 28 de septiembre, bajo los golpes repetidos de alemanes y soviéticos.
Después de su derrumbe, comenzó a
desarrollarse el tristemente célebre “ghetto” de Varsovia, donde se
amontonarían hambrientos y torturados , millares de judíos.
A fines
de septiembre, Alemania y la ex URSS se repartieron las ruinas de Polonia.
El 5 de
octubre, Hitler entró triunfador en la capital polaca, constituyendo el
gobierno general toda la parte de Polonia ocupada por el ejército nazi.
Por
otra parte el país fue dividido desde ese momento en regiones administrativas
directamente dependientes de Berlín o Moscú. Los dos agresores , en efecto,
habían cambiado de opinión el 23 de
agosto: no se trataba de mantener la independencia polaca.
El
antiguo gobierno de Varsovia huyó. Pero de inmediato se originó un movimiento
de resistencia que abarcaría todo el país y cuyo eje se encontraba en París y
Londres.
El balance
de la campaña de Polonia fue estremecedor: apenas tres semanas de guerra,
millares de muertos, 700 mil prisioneros, ciudades enteras arrasadas y un
estado borrado del mapa.
Había
comenzado el conflicto que costaría al mundo un total de 36 millones de
pérdidas humanas: la Segunda Guerra Mundial.
Fuente: Diario La Tercera: Suplemento“Grandes
EPISODIOS dela Historia: Invasión a Polonia”. Santiago de Chile, s/f, pp 46
No hay comentarios:
Publicar un comentario